domingo, 25 de diciembre de 2016

¿DONDE ESTA TU CORAZON?




Nuestro Señor Jesucristo se encontraba ante un grupo de personas, en su gran mayoría conocedores de la ley (escribas, fariseos y sacerdotes), quienes habían añadido a las enseñanzas de la Ley de Dios, diversos mandamientos y doctrinas relacionadas con tradiciones de ancianos, impuestas por ellos mismos, restando importancia al amor, la misericordia, la humildad y la justicia, demandada por Dios en su palabra.

Ante esta situación, Jesús, siempre cuidadoso en mostrar y enseñar conforme a lo dispuesto por Dios mismo, hace referencia a las palabras del profeta Isaías respecto a la Ariel: “…Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;…” (Isaías 29.13)

¿Qué estaba aconteciendo entonces en esas dos épocas diferentes del tiempo?...

Ariel, es una palabra hebrea usada referirse a la ciudad de Jerusalén, donde habitó el rey David; ciudad ésta que se volcó a la idolatría y a toda especie de pecados y ofensas a Dios, disimulando sus conductas de dos formas: La primera, enseñando mandamientos y doctrinas de hombres como parte de la Ley de Dios, y la segunda, exigiendo duramente el cumplimiento de los tales, aunque ellos mismos solo vivían de la apariencia de piedad.

Esta tipo de conducta es por la que Jesucristo llamó hipócritas a los escribas y fariseos que querían mostrarse a la multitud como fieles a Dios.

De igual forma, la mayoría de las gentes de nuestra época, han adoptado una forma de vida llena de filosofías y palabras “bonitas”, para mostrarse ante los demás como justos, santos, buenos,… pero, ¿Qué es lo que realmente ve Dios en sus corazones?:… Hipocresía.

El apóstol Pablo habla de aquellos que desviados del verdadero mandamiento se apartaron a vana palabrería, pretendiendo ser sabios en lo que dicen, sin entender ni lo que hablan ni lo que ellos mismos afirman (1 Timoteo 1.5-7).

En tiempos de fiestas como el mes de Diciembre, por ejemplo, las multitudes se avocan a la supuesta adoración, recordatorio y honra del nacimiento de Jesús, y es una de las épocas del año en la que más se gasta dinero, pero no para Dios sino para el deleite personal de cada uno. En una ocasión el señor Jesús dijo “…cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos…” (Lucas 14:13,14).

Y así como el ejemplo anterior, en casi todos los mandamientos de Dios, las gentes han caído en lo que afirmó el Señor: “…Hipócritas… Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran,…”.

Y muchos dirán entonces, y se preguntarán cuando han sido hipócritas, y el Señor les dirá: “…Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis…” (Mateo 25:42-45).

Meditemos, pues, dónde tenemos el corazón y de quien es su trono.

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