Nuestro Señor Jesucristo se encontraba ante un grupo de personas, en su gran mayoría conocedores de la ley (escribas, fariseos y sacerdotes), quienes habían añadido a las enseñanzas de la Ley de Dios, diversos mandamientos y doctrinas relacionadas con tradiciones de ancianos, impuestas por ellos mismos, restando importancia al amor, la misericordia, la humildad y la justicia, demandada por Dios en su palabra.
Ante esta situación, Jesús, siempre cuidadoso en mostrar
y enseñar conforme a lo dispuesto por Dios mismo, hace referencia a las
palabras del profeta Isaías respecto a la Ariel: “…Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se
acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos
de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado;…” (Isaías 29.13)
¿Qué estaba aconteciendo entonces en esas dos épocas
diferentes del tiempo?...
Ariel, es una palabra hebrea usada referirse a la ciudad
de Jerusalén, donde habitó el rey David; ciudad ésta que se volcó a la
idolatría y a toda especie de pecados y ofensas a Dios, disimulando sus
conductas de dos formas: La primera, enseñando mandamientos y doctrinas de
hombres como parte de la Ley de Dios, y la segunda, exigiendo duramente el
cumplimiento de los tales, aunque ellos mismos solo vivían de la apariencia de
piedad.
Esta tipo de conducta es por la que Jesucristo llamó hipócritas a los escribas y fariseos que querían mostrarse a la
multitud como fieles a Dios.
De igual forma, la mayoría de las gentes de nuestra
época, han adoptado una forma de vida llena de filosofías y palabras “bonitas”,
para mostrarse ante los demás como justos, santos, buenos,… pero, ¿Qué es lo
que realmente ve Dios en sus corazones?:… Hipocresía.
El apóstol Pablo habla de aquellos que desviados del
verdadero mandamiento se apartaron a vana palabrería, pretendiendo ser sabios
en lo que dicen, sin entender ni lo que hablan ni lo que ellos mismos afirman
(1 Timoteo 1.5-7).
En tiempos de fiestas como el mes de Diciembre, por
ejemplo, las multitudes se avocan a la supuesta adoración, recordatorio y honra
del nacimiento de Jesús, y es una de las épocas del año en la que más se gasta
dinero, pero no para Dios sino para el deleite personal de cada uno. En una
ocasión el señor Jesús dijo “…cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los
cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden
recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos…” (Lucas 14:13,14).
Y así como el ejemplo anterior, en casi todos los
mandamientos de Dios, las gentes han caído en lo que afirmó el Señor: “…Hipócritas… Este pueblo de labios
me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran,…”.
Y muchos dirán entonces, y se preguntarán cuando han
sido hipócritas, y el Señor les dirá: “…Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y
no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y
no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces
también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo
hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis…” (Mateo
25:42-45).
Meditemos, pues, dónde tenemos el corazón y de quien es su
trono.
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