(Jueces 8.33-34)
“…Pero aconteció que
cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras
los baales, y escogieron por dios a Baal-berit. Y no se acordaron los hijos de
Israel de Jehová su Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor;…”
Muchas gentes, en su afán de tener un dios que los
proteja de todo peligro, pero sin dejar ellos de hacer lo malo, caen en la
trampa de satanás, el único ser que se alimenta y fortalece con la maldad de
los seres humanos. En nuestros tiempos la manifestación más notable es a través
de la santería, pues, no hay búsqueda de justicia y misericordia para con
otros, sino ansias de poder a cualquier costa, haciendo daños a otros, pero sin
que se revierta contra ellos a maldad, porque, entonces, ¿quién protege a los
demás de lo malo que ellos hacen?...
Ese engaño solo puede desencadenarlo satanás, el padre de toda mentira (Juan 8.44), pues en esta guerra de maldad, sería interesante saber a quién realmente protegerán estos dioses falsos si al final quienes hacen la maldad y los maltratados adoran los mismos dioses.
Los delincuentes, por ejemplo, se encomiendan a dioses
como “oggun” u “orula” antes de salir a sus fechorías, pero entre las víctimas se
encuentran adoradores de los mismos dioses, y entonces ¿a que bando protegen “oggun” y “orula”?
La verdad es que no necesitamos un dios que nos proteja
solamente, a pesar de nuestras maldades, sino uno que aplique su justicia
verdadera conforme a nuestras obras. El mejor testimonio de ellos lo tenemos en
la Biblia, libro de los Jueces, donde nos habla del pueblo de Israel, quien a
pesar de ver la mano poderosa de Jehová de los Ejércitos sobre sus enemigos,
lamentablemente en los momentos de paz y prosperidad terminaban de nuevo en las
maldades de su corazón, obteniendo como resultado ruina, muerte y lamentación.
Volvámonos, pues, a aquel que entregó sus vidas por la
humanidad, de quien dijo el Apóstol Pablo “…habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia,
ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto
ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón
a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos…” (Hechos 17.30-31), ¡Cristo Jesús!
“…Y en ningún otro
hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos…”
(Hechos 4.12)
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