En medio del costumbrismo y el legalismo, las gentes
habían perdido el verdadero sentido espiritual de acercarse a Dios y mantener
una comunión con Él.
Los ministros religiosos no se habían dado cuenta o
simplemente obviaron que aún los paganos se habían acostumbrado a la forma y/o
modos en que ellos adoraban a Dios.
En ese dilema, podemos ver a la mujer samaritana (Juan
4), que cuando Jesús inicia una conversación con ella, su principal inquietud
no fue relacionada con el agua que le pidió el Señor para beber, ni las
palabras siguientes que intercambiaron, sino ¿dónde se debe adorar a Dios?: “…Le dijo la mujer:
Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y
vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar…” (Juan
4:19-20)
En una breve respuesta, Jesús le enseño varias cosas
(Juan 4:22-24):
1. Ustedes no conocen a Dios
(v.22)
2. Llegó la hora de la
restauración espiritual para judíos y gentiles (v.23)
3. Los verdaderos adoradores
tienen que andar en el Espíritu (v.24)
Variadas son las enseñanzas de la Biblia respecto a
andar en el Espíritu, sin embargo, en este particular, se hará referencia a las
palabras del apóstol Pablo cuando le escribió a los Gálatas “…Digo, pues: Andad
en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne… Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza;…” (Gálatas 5:16,22)
Todavía, en la actualidad, podemos ver como muchos ministros
han logrado conducir a grupos grandes de creyentes a una forma de adoración y
comunicación más dirigida a la vista de los hombres que al agrado de Dios. Debemos
restaurar eso, y la mejor manera es la que nos enseña el Señor mismo en Hebreos
12:1-2 y Romanos 8:26
“…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe,...”
“…Y de igual manera el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene,
no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles…”
Entonces, no hay maneras, formas, tiempos ni lugares
específicos para hablar con Dios y adorarle, solo hay que hacerlo “…en espíritu y en
verdad…”
Aceptemos aquella invitación que dice: “…Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro…” (Hebreos
4:16)
Su
hermano Jaime Arias
¡Dios les Bendiga!...
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